Me acerco con igníferos plumines
y al instante tu rostro se contrista
en la atmósfera esquiva y detallista
mi dicha por aquellos tus confines.
Me entregas de oro y plata los llavines
mientras se escucha tenue el violinista,
¡oh Dios que nunca imaginé así vista
tu incólume silueta en mis jardines!
Vida mía que grácil se vislumbra
tu diáfana inocencia de una musa,
te imploro que ilumines la penumbra
mi niña de beldad noble y profusa,
¡más cuánto te amo por saber que alumbra
tu llama fervorosa y sin excusa!
R. P. G.
Corazón de Jaguar
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