miércoles, 18 de abril de 2012

Naturaleza


I

En medio de mi canto y soledades
do la ninfa sonriente se prepara
nací para mirar entre la clara
y augusta probidad de tus verdades.

Excelsa y bella a todas las edades,
un fatuo resoplar no es cosa rara
y el véspero de ayer que me trazara
tu esencia perspicaz y voluntades.

Triscad mis glorias y venturas puestas
do la espelunca aguarda con la blonda,
vestigios de titánicas propuestas

y el resollar en la montaña oronda…
¡Ambiente que perlino manifiestas
la musa campesina entre tu fronda!

II

Venid y disfrutad cómo arrebata
la espuma del riachuelo en el concierto
y en el ramal que cruje al descubierto
un ruiseñor en plena serenata.

Escúchese la mágica posdata,
nenúfar titilante, ya encubierto;
y un caracol con su dominio incierto
en vano se desvive y se retrata.

Doblégate jaguar, abre tus fauces,
y mira con vigor todo el encanto,
llevas la estampa viva entre tus cauces,

la luna te seduce con su manto…
y en el fortísimo esplendor mil sauces
arropan sin dolor todo su llanto.

III

De oriente el sol, tan rojo y cremesino
saluda entre la aurora recitante,
mientras la musa en tono provocante
adula mi soneto peregrino.

No con percal de zafio remolino
el bosque guarda con virtud labrante,
pues tu celaje azul como diamante
occiduo permanece al golondrino.

La nube se levanta con premura,
diríjase al lugar donde se crea
tormenta sensorial, su partitura,

la flor que le pigmenta su librea;
¡y a ti mujer de altiva vestidura,
escríbase mi verso con su idea!

IV

Del toque natural soy distintivo,
la noche de raíz fija el arrullo,
mi vida provinciana gime orgullo
y el azafrán se muestra permisivo.

No acabará mi verso reflexivo,
tu beso nocturnal dice en murmullo
las églogas benditas y el capullo
tan blanco y tan sedoso… lo cultivo.

¿A dónde se dirige mi soneto
que busca celebrar sus esponsales
entre vaivén del tálamo secreto

y el palpitar de cánticos joviales?
¡La llama carmesí ganó el decreto,
el resonar del valle en tus rosales!

V

Al alba do tu cuerpo se consiente,
melifluo se amorata con el frío,
y un viento matinal que tiene brío
te busca con fervor adolescente.

De cuajo se vislumbra tu cociente
neblina panegírica en estío,
y el agua contenida de tu río
converge en estupor benevolente.

Mecenas del poema que te llama,
el lobo y el faisán por una esquina,
en contra de la ley sobre una rama

contemplan a la náyade latina;
y el himno que escribí, "preciosa dama"
se rinde ante tus pies: ¡oh damasquina!

VI

En tanto que mi amor se rinde grato
escucho el susurrar, naturaleza
ya coronada mueves la cabeza
y mi canción reprime un garabato;
no cesa ni se pierde mi boato,
clemátide que admira tu celaje
donde las nubes forman el encaje
para después lucirlo con recato.

Y en el volcán, su cráter vocinglero
cual si fuera la música de bodas,
entona la sonata en las pagodas
que siente el alcanfor en tu lindero;
¿tal es así la forma en que te quiero?
si el dulce manantial que reverbera
inunda tu acendrada cabecera:
¿qué busca en el bullicio postrimero?

Las garzas se avecinan en parvadas
y en tierra se convida un triunvirato
aquel donde mi azor, el pez y un gato
resguardan el efluvio de las hadas;
estepa que levantas tus cascadas
a voz puntual de bruma rimadora…
¡escena que vivaz y tejedora
matiza tus pasiones encontradas!

VII

Un colibrí flamígero reposa
y suave la campánula exquisita
le envuelve con sabor cosmopolita
sus pétalos de niña glamorosa.

Más por la noche cuando los maizales
vean la puesta en público, los grillos
de tonos verdes, rojos y amarillos
le formarán conjuntos orquestales.

Entre la unión parnáside y canora
mi canto se entregó, naturaleza,
mirífica postal de acción lectora

con el estilo fiel de la nobleza;
todo es por ti, mi musa seductora,
sublime tu arrebol: ¡delicadeza!


R. P. G.
Corazón de Jaguar
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